lunes, 29 de noviembre de 2010

Y mi mundo se derrumbó a mis pies (Jake)


Joder, creí que estaba todo controlado. Mi vida perfectamente organizada desde que nací. Já, insulso de mí. Si es que está visto que mi cerebro no da para más y que la felicidad no me dejaba ver con claridad. Mi vida era normal, todo lo que un niño de cinco años desea. Una casa grande, unos padres permisivos y generosos, muchos juguetes y una hermana menor que no suele molestar mucho. Pero no, tenían que echarlo todo a perder. Yo pensaba, desde mi infantil inocencia, que todo seguiría siempre igual. Pero entonces me di cuenta de que la vida me había dado la espalda descaradamente y no me iba a volver a sonreír ni de coña, y me prometí a mí mismo que aprendería a convivir con ello. Un día como otro cualquiera, te levantas con una sonrisa, dispuesto a seguir con tu fantástico día a día y a los minutos siguientes, lo único que necesitas es una sobredosis de algo mortal.
Recordaré ese día para siempre. Ese fatídico día en el que mi padre nos abandonó para siempre. Y lo más irónico era que mi madre sabía que iba a pasar. Por supuesto, mi padre no siguió pagando la casa, y mi madre, sin trabajo, no pudo con todo lo que debía, así que nos embargaron la casa y nos echaron a la calle como a perros.
¿Y qué hace una mujer con dos hijos y sin dinero? Pues esperar a la muerte, no le quedaba otra. Ni a ella, ni a mí, ni a mi hermana. Las drogas la consumieron. Ya no mendigaba para comer, sino para pagarlas y un día, ya no se levantó más. Aunque he querido hacerlo más veces de la que debiera, jamás se lo he reprochado. La entendí aquella mañana en la que apareció sin pulso a nuestro lado.
Yo no pude sino esperar más de lo mismo. Tal vez muriéramos de hambre, o de frío, qué más da. Ya no me importaba la vida. Me retiré del juego, perdí la apuesta y me quedé sin nada.
Y entonces ocurre esa típica escena de las películas de drama, en las que un tío con bigote y gafas en plan abuelo de Heidi, pero con traje, se acerca y te dice: "Mira, niño, eres un nefilim". Vale, no con esas palabras, pero igual de sutil (sí, las narices).
Y entonces es cuando piensas: ¿Qué habré hecho yo para dedicarme a matar bichos?
Y así es como mi mundo se derrumbó ante mis narices una vez.Procuraré que no ocurra una segunda.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cheryl ya no cree en esos monstruos de medianoche.

Se mira al espejo. Es muy guapa y lo sabe. Utiliza su belleza como su mejor arma y sabe que es la causa de haber encontrado ese trabajo. La causa de servir de objeto, de juguete de hombres sin pudor.
Se pinta sus carnosos labios de color rojo pasión y se acomoda sus bucles dorados como el sol. Casi parece una actriz de prestigio, aunque ella se sienta sólo como una muñeca manoseada y rota.

Se levanta, sabe que tras aquella cortina de tercipelo oscuro le espera el escenario y los hombres que no duermen, a los que ella, en secreto, llama "los monstruos de medianoche".
Actuará para ellos una vez más, con la certeza de que los verá babear como los cerdos que son y que pagarán mucho por tenerla en sus camas.
Pero eso fueron noches pasadas.
Ahora, ataviada con su ceñido traje blanco, decide no salir.
Cheryl ha optado por ser una mujer nueva y libre.
Cheryl ha decidido ser sólo ella y su alma, que nadie la enjaule como a un pájaro ni le corte las alas, que ya está harte de esa cárcel en la que se ha convertido el cabaret.
Se mira a sí misma y con una sonrisa se dice que lo a conseguido, que confiará en ella misma, que se hará su propia amiga y nunca se dará la espalda. Ella ha suspirado de alivio, con una nueva vida por delante. Ya no será más el juguete de nadie, seguirá sus propias leyes.
Cheryl ha decidido no creer en los monstruos de medianoche.

Nos expulsaron del Paraíso.


-Tal vez ha sido nuestra culpa- susurró Adán con melancolía.
-No lo creo- respondí tristemente- ha sido esa serpiente blasfema la que nos ha tentado.
-Ya, pero nosotros caímos en su tentación- contestó Adán, con las mejillas rojas de vergüenza.
-Simplemente comimos una manzana- repliqué, encendida de ira- Dios no es nadie para echarnos a patadas como a perros.
-Pero...Eva, no hables así- me reprendió el chico- Hemos roto las reglas.
-¿Y para qué sirven las reglas?- inquirí, apuntándole con el dedo.
-Pues para seguirlas- contestó con sorpresa.
-O no- respondí con terquedad.
-¿Qué quieres decir, Eva?
-Que las reglas se hicieron para romperlas, querido Adán, sino sólo seríamos esclavos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Querías tener alas...


Querías tener alas, querías huir de tus problemas, dejándolos atrás, en el olvido...Quería decirte que todo se solucionará, que volverá a ser como antes...Querías dejar claro que estabas mal, que todo te daba igual y que no te importara que la muerte te llevase...Quería decirte lo mucho que te amo, lo que necesito que estés bien, que nunca te rindieras y siguieras el camino con la vista al frente, pues aún nos queda mucho por recorrer...Querías desandar el camino, volver hacia atrás, caer dormido para siempre...Ya que no puedo hacerte de mi propiedad, ya que no puedo amarrarte a mí, quería ir contigo dónde me llevases, al infinito, a lo eterno...Dices que aún quedan lazos que te arrastran, que no te dejan volar, que te cortan las alas...Ojalá pudiera romper tus cadenas, dejarte vivir y respirar con alivio cada momento vivido y reconocer con ironía, casi con gracia, que todavía nos queda un largo paseo hasta el Paraíso...Sonreíste con sarcasmo, "las puertas del Cielo no están abiertas para nosotros", dijiste tras pensar..."No importa" respondí con terquedad, "buscaremos una puerta trasera"...Te observo reír con amargura y volviste a desear tener alas, para esconderte tras ellas...

En tardes de lluvia...


En tardes de lluvia, cuando las gotas golpean el cristal de mi ventana con fuerza, cuando el viento acaricia las ramas de los árboles dulcemente, me siento libre, mientras me despido del mundo y acabo entrando en el que yo misma he creado con imaginación a raudales, mientras la música emana desde mis auriculares a mis oídos, dando banda sonora a esos momentos lluviosos, en los que el ambiente es frío y el aire huele a nostalgia y a pensamientos, a ideas nunca escuchadas, a deseos jamás consumidos...Siento cómo el frío se cuela por los recovecos de mi habitación y me abandono al sueño, a los brazos de Morfeo que me acuna y la lluvia me acompaña junto con la soledad, que a veces es mi mejor amiga y la oscuridad que me susurra historias...En tardes de lluvia...